Preludio 11, Antonio Quinet

KALÍMEROS PARA 2014!

“Clara es la victoria de Hímeros, el deseo, en el ojo de la joven hecha para la cama”, dice el coro griego. Hímeros es e brillo del deseo “victorioso”, deseo decidido que hace de Antígona la deseadora deseada. Hímeros es la flor del deseo que brota en el campo de la pulsión entre dos muertes. La heroína – creación de Sófocles – es el paradigma del deseo en acto y es el objeto causa del deseo (explícitamente de Hemon, hijo de Creonte).

Hímeros viene del verbo himeirein en griego, desear. En la mitología Hímeros es un Dios, gemelo de Eros, ambos presentes en el nacimiento de Venus, la diosa de la belleza. Mientras Eros es el amor como sentimiento, Hímeros es el deseo sexual, propiamente dicho. Hímeros no es el deseo como falta, aspiración, vacío de satisfacción, pero si es el estado de deseo, excitación gozosa, el deseo en su asertividad, tornado visible en el ser-para-el-sexo. No se trata aquí de deseo con sus impedimentos derivados de su articulación con la Ley que se declina en insatisfecho, prevenido o imposible, como en el neurótico. No es el deseo en sus andanzas que salta de objeto en objeto y nunca se satisface por ser metonimia de la falta. Hímeros es el deseo en su positividad, un deseo asertivo, deseo en acto, base del deseo del analista.

El psicoanálisis y el arte nos permiten, a partir de Lacan, aprehender la distinción entre el deseo como falta, equivalente al menos phi (-φ), y el deseo causado por el objeto a. El primero es articulado a la ley y a la imposibilidad, el segundo al goce y a la satisfacción, derivada de la presencia del objeto plus de gozar. Hímeros es uno de los nombres del deseo en su asertividad.

Mas allá de la demanda, he aquí el deseo y su real de goce: en el campo escópico “el deseo para el Otro” y en el campo invocante el “deseo del Otro”. La mirada y la voz son los apagones del sujeto, que se evapora para dejar brillar el deseo.

El artista eleva las notas musicales a la dignidad de la voz, como plus de goce – es un plus de voz que se hace escuchar. Así como el pintor juega en la tela un plus de mirada. El acto del artista realizado por su deseo decidido coloca en la obra de arte ese algo “de si” que mal le pertenece y que le escapa, que es el objeto a. He aquí que el analista debe dejarse enseñar por el artista.

La llegada de la luz del día, oriunda de las tinieblas de la noche, era para los griegos una luz deseada. Por eso la palabra para designar el día es hímera, nos enseña Platón. Y “¡Buen día!”, es “¡Kalimera!”, literalmente, “¡Bello día!”. Lacan a partir de allí propone un nuevo saludo “¡Kalímeros!” – ¡Buen día y Bello deseo!

KALÍMEROS, para 2014!

Traducción: Sandra Berta