Preludio 7, Sonia Alberti

Paradoja, del griego “para”, que se traduce normalmente por “contra” y “doxa”, la opinión verdadera. En su Seminario del 10 de mayo de 1977, Lacan se pregunta si sería posible representarla [1].

Para ahondar un poco en el contexto, recordemos la paradoja del mentiroso que coloca la pregunta sobre la frase dicha en el siglo VI a. C. por Epiménides, el Cretense “los cretenses son siempre mentirosos […]”. ¿Como un cretense puede decir una cosa de esas de los cretenses? ¿Siendo él también cretense, estaría mintiendo? ¿Y se él miente, no estaría diciendo entonces la verdad? Indecidible, en lógica.

La paradoja trata de lo indecidible – Lacan lo confirma en su conferencia sobre El Saber del psicoanalista, cuando introduce, del lado mujer, la no existencia por un lado, y del no-todo, por el otro [2]. Es entre lo indecidible del lado mujer y la contradicción que la castración imprime a la existencia del lado hombre, que Lacan hace circular a la falta, a la falla, al deseo y al objeto a. En consecuencia, define la castración como “todo [o el todo] deje que desear” [3] y después observa que es por el hecho de que eso circula y que deje que desear, que nuestra relación es con el objeto a.

Notemos que las paradojas del deseo surgen a partir de allí: el Uno dialoga solo “ya que recibe su mensaje sobre la forma invertida” (Lacan, 10 de mayo de 1977). Es porque el Uno dialoga solo que el objeto a, ese que surge de la circulación entre lo indecidible y la contradicción, no es apenas objeto que causa el deseo, es también el objeto de goce, desexualizado en el sentido freudiano del término, o sea, que no está referido al falo.

Entonces es eso lo que Lacan ya observaba cuando construía el fantasma en la neurosis obsesiva diferente de la histeria: si en esta el objeto es siempre metaforizado en la referencia fálica que lo vela, en aquella, él se metonimiza… En el primer caso, el sujeto sabe de la falta que se inscribe en el Otro y no quiere verla para no depararse con lo indecidible; pero en el segundo “para intentar abolir la dificultad que yo designo sobre el nombre de parasitismo del significante en el sujeto” el obsesivo, si busca la degradación del Otro, es para “restituir la primacía del deseo [4]” (Lacan, El Seminario, libro 8: La transferencia). En ambos casos será la posibilidad de pasar por lo que Freud llamaba de neurosis de transferencia lo que puede sustentar la apuesta de ya no imprescindir del Otro, abriendo los caminos para el surgimiento de las paradojas del deseo. Pero en ambos casos también queda claro que tales paradojas solo pueden desplegarse en el momento en que se puede reconocer que eso que es parasitado por el significante es, en realidad, un nudo borromeano [5] (Lacan, El Seminario, libro 24: L`insu que sait de l`une-bévue qui s`aille à mourre) que articula RSI y comporta el indecidible en el cual el deseo y el goce se articulan.

Traducción: Sandra Berta


[1] “¿Son representables las paradojas? Δοξα, Doxa, […], esta es la verdadera opinión. No hay la menor opinión verdadera, puesto que hay paradojas”.

[2] Conferencia de 1 de junio de 1972.

[3] “tout laisse à désirer”

[4] “éste es el camino que elige el obsesivo para intentar abolir la dificultad que yo designo con le nombre de parasitismo del significante en el sujeto, por restituer, para él, al deseo su primacía, pero al precio de una degradación del Otro”.

[5] “La cuerda [corde] es también el “cuerpo de” [corps-de]. Este “cuerpo de” está parasitado por el significante; porque el significante, si forma parte de lo Real, si es ahí que tengo razones para situar lo Simbólico, es preciso pensar en esto, es que este “cuerpo de”, bien podríamos tener con él sólo en la oscuridad. ¿Cómo reconoceríamos en la oscuridad que es un nudo borromeo?. Es de eso de lo que se trata en el Pase.”.