Preludio 6, Martine Menès

Ni temor ni piedad

Pero de verdad hay que ser un héroe? Sobre todo si se es/nace  niña?

“¡Bastante lloré por ser una niña!”

A lo que Ismene, como “verdadera” niña, responde: “Tú deseas cosas impracticables”.

Hija del padre, Antígona le demuestra post mortem lo que es la Ley, la verdadera.

Bajo el pretexto de los dioses, ella entierra a Polinices, “su bien”, su doble incestuoso, porque “es su hermano”. Eso es todo.

No. También es su sobrino, el rastro de la falta: ceguera afectada del padre ante los presagios, amor ciego de la madre por sus muchachos, todos sus muchachos.

“Esta víctima tan terriblemente voluntaria” nunca está muda ante Creonte estupefacto: “…de nosotros dos, es ella quien sería el hombre si yo la dejara triunfar impunemente”

Tan inflexible como su padre, rugió el Coro.

Difícil de concebir como mujer, y sin embargo (lo) es, tan sólo en el pasaje a la muerte lo reconoce, lamentándose de no haber sido nuca ni amante ni madre.

Además.

Hemon sólo puede reunirse con ella en el fuera de lugar de la sexuación que la encierra. Falsa narcisa, lo mira en sus lagos.

No habría un deseo al que hay que ceder para no ceder en el propio deseo?

Citas extraídas de Antígona de Sófocles y del Seminario VII de J. lacan, La ética del psicoanálisis, lecciones XIX y XXI.

Traducido al castellano por Manel Rebollo