Preludio 5, Carmine Marrazzo

Reinvenciones de un destino

¿En qué modo los psicoanalistas pueden sostener  su deseo, deseo del analista, con sus paradojas? La cuestión es crucial y compromete la “chance de que el analisis continúe siendo el mejor en el mercado”[1], cuando no las condiciones para su supervivencia misma.

Freud fue el primero en ocuparse de la cuestión, sus escritos y su correspondencia dan pruebas de ello. Y en el momento en que somos reconfortados con un sigular optimismo acerca del destino de su invención, acredita al psicoanalista con una “notable disponibilidad” para aceptar su “destino”, “el destino de encontrarse aislado en la oposición”[2]. Bien, ¿cómo entender esta “notable disponibilidad”, si “no hay nada en la estructura del hombre que lo predisponga al psicoanálisis”[3]?

Con Lacan, avanzamos. Él ha dirigido su enseñanza a despertar al movimiento analítico del fracaso de una formación que aseguraba al analista “una rutina que le resultaba cómoda”[4], y su crítica obstinada nos informó de la resistencia al psicoanálisis en el  psicoanálisis mismo, antes que en otra parte.

Durante mucho tiempo he creído que su inédita historia institucional respondía al destino freudiano. Pero si se trató de una “oposición aislada”, ciertamente no fue sólo una oposición, otro modo de hacer existir al Otro; ya que la puesta en marcha del “deseo del analista”, esta joya del fin  del análisis, implica sobre todo autorizarse sin “asegurarse del Otro”[5], no ya en el campo garantizado del saber del Otro sino en el campo del acto. Una “notable disponibilidad” al acto analítico.

¿Se acto-riza, entonces? «El analista […] no hace sino ubicarse en el lugar del actor, en la medida en que basta un actor para sostener la escena»[6]. Por esta vía ¿las paradojas del deseo del analista no serían otras que las «paradojas del acto analítico»? Ese acto «que suponemos el momento electivo en el que el analizante pasa a analista »[7], «en el cual el psicoanalista se opone al más insensato desconocimiento»[8] y al cual «tiene horror»[9],  acto-Horr, que lo fija en lugar de “deshecho de la humanidad”[10].

Pero si ese lugar no es deseable, ¿cómo puede el analista desearlo, continuar deseándolo?  Obedece a la decisión de una reinvención. Es así como entiendo este “forzamiento”: “…que cada analista es forzado -porque es necesario que sea forzado- a reinventar el psicoanálisis, a partir de cuanto ha conseguido obtener por haber sido un tiempo psicoanalizante”[11].

¿Puede la Escuela del pase sostener la apuesta de una decisión, siempre contingente, con su  entusiasmo?

Traducido por Vanina Muraro y Manel Rebollo

 


[1] J. Lacan, “Nota Italiana”. En Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, p. 330.

[2] S. Freud, “Las resistencias contra el psicoanálisis” (1924). En OC, vol. XIX, Amorrortu, Buenos Aires, p. 235

[3] Correspondence S. Freud – L. Binswanger (1908-1938), Calmann-Levy, Paris, 1992, p. 134

[4] J. Lacan, “Proposición de 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. En Otros escritos, ed. Paidós, p. 277.

[5] J. Lacan, “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano”. En Escritos 2, Siglo XXI, p. 805.

[6] J. Lacan, El Seminario, libro XVI, De un Otro al otro, Paidós, p. 317.

[7] J. Lacan, El Seminario, libro XV, El acto psicoanalítico, inédito, sesión de 15 noviembre 1967.

[8] ibíd, sesión de 29 noviembre 1967.

[9] J. Lacan, “Carta al diario Le Monde”, 24 enero 1980.

[10] J. Lacan, “Nota italiana”, cit., p. 329.

[11] J. Lacan, Sulla trasmissione della psicoanalisi (1978), in La psicoanalisi, n° 38, Astrolabio, Roma, 2005, pp. 13-16.