Preludio 4, Patrick Barillot

La marca del psicoanalista

De deseos los hay muy variados, pero del deseo de saber lo que el inconsciente  podría  desvelarnos  acerca del goce, en tanto que castrado, nada de nada.

No hay un deseo de saber, de ese saber propio del inconsciente, afirma Lacan en “Encore”, y en su “Nota a los italianos”[1] añade que todos tenemos —la humanidad entera— un horror a ese saber.

Allí donde las prácticas psicoterapéuticas no hacen más que reforzar este horror al saber, la propuesta psicoanalítica promueve un deseo del saber inconsciente acerca de la realidad sexual y la castración. Este saber está por descifrar con la interpretación, ya que está allí pero cifrado.

Más allá del desciframiento, el análisis invita también a un deseo de saber propio del psicoanalista que está por inventar puesto que, a diferencia del saber inconsciente, “no está en absoluto cocido”[2].

Es allí donde el psicoanalista tendría que desmarcarse del resto de la humanidad, esta sería su marca, aquel a quien el deseo de ese saber que le es propio adviene.

Traducción, Daniela Aparicio.


[1] Lacan, Jacques, “Nota italiana” in Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, p. 328.

[2] ibídem, p.  331