Entre verdad y acto: paradoja y dialéctica del deseo

En el mismo momento en que buscó situar en ella el lugar excéntrico -groso modo desde el Seminario Las formaciones del inconsciente al Seminario sobre La angustia-, Lacan no cesó nunca de sostener la paradoja del deseo. Pero si llegó a hablar de las «paradojas del deseo»[1] como tales, es por un rodeo por los moralistas. Y Lacan tomará allí apoyo para producir en el campo freudiano una concepción del deseo totalmente inédita.

Hasta él en efecto, e incluso en el psicoanálisis, el deseo fue reducido durante mucho tiempo a su modo freudiano de Wunsch –voto, anhelo  -. Lo que Lacan llama deseo procede de ello sin duda pero también va mucho más lejos. Es Wunsch cierto- y deducirá de ello la tesis de que el «sueño es demanda»[2], pero es también das Begehren y die Begierde, incluso- y es lo más sorprendente –Lust[3]. Categoría tanto social- «deseo del Otro»-, erótica como ética por tanto, que se aplica tanto a mantener la coherencia de un cuerpo fundamentalmente condenado a la muerte como a soportar la división subjetiva -sin lo cual el hablaser estaría loco[4]– o a manifestarse al nivel de la imposible relación entre los sexos.

Pero más allá de la paradoja del deseo -tesis trivial- y sus paradojas realzadas por el moralista, el psicoanálisis, él, saca a la luz principalmente su determinación por el significante que sitúa en él el campo entre la verdad y el acto.

Por esto, las paradojas de la categoría la más dialéctica del psicoanálisis estallan al ser puestas en tensión con nociones tan importantes en la experiencia como el Otro, la Ley, el goce, la satisfacción, el objeto, la demanda, la inhibición, la interpretación, la angustia, la defensa, el saber, la resistencia o la realidad.

De donde aparecerá, quizá, que las pajadoras del deseo -deseo que es al goce lo que la verdad es a lo real- no son otras que las del significante, de la verdad y del sujeto (puntual y evanescente)