Preludio 20, Sol Aparicio

Morir, dormir, tal vez soñar… (Hamlet).

Un deseo fundamental habita nuestro sueño y se satisface en los sueños, el deseo de dormir. Punto este bien conocido de la doctrina freudiana, establecido en la Traumdeutung, ¡helo aquí de pronto convertido por Lacan en el mayor enigma del mecanismo del sueño[1]! ¿Por qué no habló Freud de necesidad de dormir, en lugar de hablar de un deseo ? Cierto es. Y ¿por qué tardó tanto Lacan en asombrarse de ello ?

Hizo falta que el cuerpo y su goce entraran en escena : « la esencia del sueño es la suspensión de la relación del cuerpo con el goce[2]”. Cuando el cuerpo goza, ya no se duerme. Sin embargo, cuando se duerme, se sueña. El cuerpo dormido se halla desconectado de lenguaje, “aparato” del goce[3], pero no del todo. El tejer del sueño sigue siendo posible.

¿Necesidad de dormir? Desde luego. Pero ocurre que « las necesidades del ser hablante están contaminadas por el hecho de hallarse implicadas en otra satisfacción[4] ». La necesidad fisiológica de dormir se halla implicada en la satisfacción que aportan los sueños. ¿No es « increíble que la potencia del sueño halla ido tan lejos como para hacer de una función corporal, el sueño, un deseo[5] ” ?

Lacan sigue aquí muy de cerca a Freud : 1. Soñar es una actividad que tiende hacia un Lustgewinn, una ganancia inmediata de placer. 2. Un sueño no funciona más que para proteger el sueño. 3. De ahí esta pregunta implícita en Freud : ¿qué, de lo que en un sueño depende del inconsciente o sea de la estructura del deseo, puede perturbar el sueño?

A ella responde Lacan con esta hipótesis : ese cifrar que el trabajo del sueño lleva a cabo es el goce. Mientras más se cifra, más se goza y más se perturba el sueño. Pero no va muy lejos el asunto. Dejamos de soñar al entrar en el sueño profundo. “El sueño permanece al abrigo del goce”. Puede prolongarse, con la complicidad del soñar que se detiene a tiempo.

El sueño de la razón produce monstruos“, dijo Goya. ¿A qué se refería? ¿A su dormir o a su soñar? La ambigüedad de nuestro sueño castellano bien dice la complicidad del sueño que soñamos con el sueño que dormimos. En nuestra lengua, el sueño es el significante del deseo de dormir; deseo por el cual, como bien dijo Lacan, sólo despertamos para seguir soñando.

El sueño se prolonga en el ser hablante. No porque su cuerpo tenga mayor necesidad de dormir que otros, sino porque « lo imaginario duerme », hay algo en lo imaginario que llleva al sujeto a dormir. Es más, eso es lo imaginario : el predominio adquirido por una necesidad del cuerpo que es la de dormir[6]”.

¿ Para cuándo entonces la salida del sueño ?

El psicoanálisis nació de su ruptura con el sueño de la hipnosis. ¡Nació de un despertar! Despertar que reponde a otro deseo que el de dormir, a un deseo que se deja interrogar por el goce que nos perturba.


[1] Séminaire XVII, L’envers de la psychanalyse, Seuil, p 64.

[2] Séminaire XIX, …ou pire, Seuil, p 234.

[3] Séminaire XX, Encore, Seuil, p 52.

[4] Ibid., p 49.

[5] V. Séminaire “Les non dupes errent “, inédit, 20 novembre 1973.

[6] Ibid., 19 mars 1974.

Preludio 19, Celeste Soranna

Extrañas estrellas fijan la tierra
tienen el color del hierro y vagan por el deseo.
con brazos incandescentes buscan el amor
y alcanzan el frío del aire.

Else Lasker-Schüler, Stelle innamorate

Seltsame Sterne starren zur Erde,
Eisenfarbene mit Sehnsuchtsschweifen,
Mit brennenden Armen die Liebe suchen
Und in die Kühle der Lüfte greifen.

Else Lasker-Schüler, Liebessterne


Del deseo a pesar de todo

Cualquiera que sea el nivel del grafo donde se encuentra, nadie puede declarar el deseo, por ello toda consideración o articulación conceptual resuena fácilmente predicativa.

“¿Qué es el deseo, si el deseo es el deseo del Otro?” [1]

Es sobre este punto que Lacan vuelve repetidas veces a lo largo de su producción. Es sobre este punto que él se interroga cada vez como si fuera la primera.

Como si cada vez tratara de inventar alguna cosa diferente, de elaborar nuevas fórmulas, a a fin de sustraer lo que no pasa del deseo del analista (o lo que no pasa siempre) : ni por la puerta de la la sexuación , ni por la puerta de salida ya paradójicamente abierta. Lo que pensamos como fórmulas cuánticas de la sexuación [2]

Para la poesía del tercer milenio, como para el deseo del analista, se debería inventar un sistema “de anti-fragilidad”, es decir de salvaguarda de la paradoja. Si la poesía del tercer milenio es definida como “un enigma frágil”[3], en la medida que se escapa en la adopción del decir, el deseo se sustenta con paradojas.

Observamos lo que dice Henri Meschonnic del sujeto de la poesía en “Celebración de la poesía”[4]. “Para un poema, hace falta aprender a rechazar, a trabajar toda una lista de negativas. La poesía no cambia si no se la rechaza. Como el mundo no cambia mas que por lo que se rechaza”
Decir no, para consentir. Pero ¿a qué?

Si el deseo no coincide ni mucho menos con lo que es verdad, como también nos hace notar Demostenes en una de sus máximas, entonces, paradójicamente, decir no al amor engañoso- el amor en tanto que semblante de saber- lo que puede significar consentir de modo que el psicoanálisis continúe existiendo a través de un amor diferente, amor que emerge del discurso del analista.

Tal vez pero no hay amor nuevo, diferente. Excluirnos también es posible, pero no hay nada que hacer, dicen, en cuanto a “no querer saber nada de ello” propio de cada uno con respecto al horror. Sí, hay un pero. No hay que olvidar el deseo en tanto que objeción (al goce, a la impotencia, a la impostura…) pero, aun así, el psicoanálisis aspira a un amor que apunta realmente mas allá del engaño… hasta la prueba de lo contrario.


Traducido por Marta Casero


[1] Jacques Lacan, El Seminario, Libro XXI, Les no-dupes errent, lección de 9 de abril de 1974

[2]Ibid.: “ A, Roma…se me plantearon preguntas, a saber, si las formulas cuanticas, porque son cuatro, podrían situarse en algun lugar de una manera que tendrían sus correspondencias con las fórmulas de los cuatro discursos. No es necesariamente infecundo, como ya he mencionado, es que el pequeño a viene al lugar de la x de las fórmulas que yo llamo : formulas cuanticas de la sexuación.”

[3] Giovanni Dotoli, La poesía francesa al comienzo del tercer milenio o «el énigma fragil », Schena Editore, Prensa de la Universidad de Paris-Sorbona, Brindisi, 2002.

[4]Henri Meschonnic. Celebración de la poesía, pp. 252-254: « Para un poema, hace falta aprender a rechazar, a trabajar toda una lista de negativas. La poesía no cambia si no se la rechaza. Como el mundo no cambia mas que por lo que se rechaza”

Relanzamiento 6, Thierry Lévy

“El boxeador”

Opuesto a la privación de libertad, hostil a cualquier juicio, Thierry Lévy es un abogado singular que rompe con el discurso prevalente en el sistema judicial. Se ha hablado de él como de un “boxeador” a causa de la fuerza de sus alegatos.

Cuando el psicoanálisis afirma y revela lo indefendible en cada uno, Thierry Lévy rehusa radicalmente la noción de “monstruo” y afirma alto y claro el deber de defender, a veces contra él mismo, a cualquier acusado.

Les invitamos a escuchar esta entrevista apasionante que tuvo a bien conceder a Cathy Barnier y Marc Strauss.