Relanzamiento 4, Thomas Schlesser

Después del físico Etienne Klein sobre el deseo del investigador y el de la ciencia, de Denis Podalydès sobre la paradoja del deseo del cómico, y de Catherine Millet sobre lo que le reveló su paso a la escritura literaria, Irène Tu Ton, Cathy Barnier y Marc Strauss se han citado con un historiador del arte, Thomas Schlesser para proseguir estos intercambios sobre “Las paradojas del deseo”.

Thomas Schlesser es también director de la fundación Hartung-Bergman en Antibes, autor de diversas obras sobre la carticatura y la censura, así como de “Recepciones de Courbet, fantasmas realistas y paradojas de la democracia”. Nos brinda aquí su versión del deseo del creador, ilustrando de una forma sorprendente lo que nos dijo Lacan a propósito de “La Cosa” que escupe.

Cameraman : Jean-René Duveau, montaje Jean-René Duveau & Cathy Barnier.

Preludio 17, Colette Soler

El deseo atrapado por…

Mientras me ocupaba de otra cosa, se me ocurrió el pensamiento absurdo de que el deseo “atrapado por la cola” no lleva muy lejos, mal le pese a Picasso, de quien tomo esta frase. No más lejos que la cama, espacio del abrazo. Así pues, para quien quiere viajar hay que atraparlo de otro modo. ¿Pero cómo? “Justamente así: mécomment [sin como[1]]”[2]. Este “mécomment” convoca a la palabra y a su topología, y se inscribe en falso contra toda tentativa de órgano-dinamismo, pasado o presente, el de Henry Ey o el del neuroconductismo. El órgano-dinamismo es precisamente el que toma al hombre en general por su organismo y entonces al deseo en general por la cola, creyendo que es “por el órgano que el Eterno femenino les levanta”, como dice Lacan de forma incommensurable. Este órgano se cantaba, e incluso se chillaba en las salas de guardia en tiempos de Lacan. Eran aun buenos tiempos para los psiquiatras, que, desde que perdieron su órgano, quiero decir sus voces y sus salas de guardia, por lo que yo sé ya no cantan mucho. Es porque el nuevo organo-dinamismo, peor que el de ayer, no se canta, no se ocupa del deseo, sino más bien de lo que preside el buen orden de todos los órganos y de todos.

El psicoanálisis está solo preocupándose aun por el deseo, estamos orgullosos de ello. Pero desear es estar en “inminencia” de castración. De ahí estas alternancias de fases entre el placer de la búsqueda que da tanta sensación de vida y la angustia que conduce a lo real. Entonces quién merecerá el nombre de “deseante por excelencia”? En todo caso no el neurótico.

Traducido al castellano por Manel Rebollo


[1] N. de Tr.: mécomment, neologismo homofónico con mais comment [pero cómo]. Al substituir el mais con un mé utiliza un prefijo que en francés sirve para negar. Así, méconnaître es desconocer, mésaventure es desventura, malaventura. Desde este punto de vista mécomment podría traducirse forzadamente por “sin como”

[2] L’étourdit, Scilicet 4, p. 17

Relanzamiento 3, Catherine Millet

Después del físico Étienne Klein, con quien hablamos del deseo en juego en la ciencia, y de Denis Podalydès, que evocó para nosotros los avatares de su representación, fuimos recibidos por Catherine Millet, escritora y crítica de arte.

Catherine Millet es fundadora y directora de la revista de arte contemporáneo “Art press”, autora de varias obras sobre el arte contemporáneo, y se dio a conocer al gran público tras la aparición de un primer libro autobiográfico, “La vida sexual de Catherine M”, donde evoca su sexualidad de mujer libertina, seguido de otro, “Día de sufrimiento”, que describe los tormentos de los celos, cosa que no deja de ser una gran paradoja… Pasar de la preeminencia de la mirada en su actividad de crítica a la escritura literaria ¿es otra paradoja?

Montaje Thibault Dolhem & Cathy Barnier.

Preludio 16, Susan Schwartz

Del Deseo y la Muerte

 

En 1947 una hermosa joven que se consideraba una novia indigna para su futuro marido, se arrojó del piso 86 del Empire State Building. Y fue a caer, aparentemente intacta, sobre el techo de un coche estacionado. La revista Life publicó una foto poco después, y se dijo que la imagen representaba ” la violencia de la muerte y su compostura ” ya que la joven ” reposaba tranquilamente en el grotesco féretro de su cuerpo sobre el techo del coche”. La imagen fue reproducida muchas veces en diferentes contextos, Andy Warhol  la incluyó en “Suicidio (Cuerpo Caído) “,[1] 1962. Se encuentra en la tradición de la múltiple reproducción de la máscara de la muerte de la hermosa mujer anónima, L’inconnue de la Seine, presunta suicida, que se ahogó a finales del siglo diecinueve. La máscara, con su risa enigmática fue fuente de inspiración para el arte y  la literatura, ideal erótico de su tiempo.[2]

En 1846, Edgar Allen Poe escribió, “la muerte de una mujer hermosa es, sin lugar a dudas, el tema más poético en el mundo.[3] “Poético”, porque para él, un poema es sólo un poema en la medida que excita; cuando junta belleza, deseo y melancolía, la muerte de una mujer hermosa atrae, fascina, pero también perturba. ¿Por qué este efecto? Lacan dirá en el Seminario VI, El  Deseo y su Interpretación, ” el objeto del fantasma es esa alteridad, imagen y pathos, por donde otro toma el lugar de aquello de lo cual el sujeto esta privado simbólicamente”: el falo.[4]  Esto le va a proporcionar la estructura para su interpretación de la función de Ofelia en Hamlet, porque para Hamlet, ella es el objeto consciente de su fantasma” y el “barómetro” de su relación con su deseo. Lacan habla de Ofelia como ” una de las creaciones más fascinantes que haya sido propuesta a la imaginación humana”,[5]  “una de las más fascinantes y más confusas [les plus troubles].[6] Para Lacan, Ofelia es una criatura de carne y hueso y cuyo suicidio califica de “ambiguo”.[7] No es fácil la relación entre belleza, deseo y muerte: el bello suicidio tiene algo de misterioso, y también algo de fetiche.

Como “phallus-girl” Ofelia es el objeto de deseo del Hamlet; como falo exteriorizado,  como símbolo de la vida es rechazada por él y sólo será reintegrada en el fantasma ” al precio del duelo y la muerte”.[8]  En la muerte que produce un verdadero agujero, Ofelia es el objeto imposible que vuelve a ser de nuevo objeto de deseo.[9]

Para Lacan, Hamlet es la tragedia del deseo y del duelo,  un duelo que manifiesta lo próximo de las conexiones entre lo real, lo imaginario y lo simbólico.[10] La relación de deseo y muerte es paradójica. El deseo ata al sujeto a la vida en busca de su existencia, aunque la muerte es su condición: el sujeto sufre de “la corpsificación” como consecuencia de su dependencia del significante. “El [D] eseo es llevado por la muerte ” nos dice Lacan, y este es el único y sólo sentido de la vida.[11]

Traducción : Matilde Pelegrí.

 


[3] Edgar Allen Poe, “Filosofía de la Composición”, traducción Julio Cortázar. Madrid: Alianza 1973

[4] Jacques Lacan, Le Séminaire, livre VI, Le désir et son interprétation, Paris, Éditions de la Martinière et Le Champ Freudien Éditeur, juin 2013, p. 370 (Leçon 15.4.59).

[5] Ibid. p. 291 (Leçon 4.3.59).

[6] Ibid. p. 357 (Leçon 8.4.59).

[7] Ibid. p. 292 (Leçon 4.3.59).

[8] Ibid. pp. 380, 382 (Leçon 15.4.59).

[9] Ibid. pp. 396-97 (Leçon 22.4.59).

[10] Ibid. p. 399 (Lesson of 22.4.59).

[11] Jacques Lacan, “La Dirección de la Cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Editorial Siglo XXI.

Preludio 15, Beatriz Zuluaga

Ética del deseo

“En el sueño era evidente que la niña llevaba muchos años frente a aquella ventana infinita tratando de terminar el racimo,  y que no tenía prisa porque sabía que en la última uva, estaba la muerte“
                                                                                                 “Del amor y otros demonios”
                                                                                                         Gabriel García Márquez

                                                                                                           

Terminando esta secuencia de Preludios  que anteceden nuestra Cita de Julio, es un hecho que para pensar el tema que nos reunirá en el VIII Encuentro de la EPFCL, se han dejado abiertas otras vías,  diferentes fisuras que en el horizonte del deseo, se articulan a eso  “indecidible” que constituye  el corazón mismo del psicoanálisis: el acto analítico, el final del análisis, el goce, el amor,  la relación entre los sexos, y por supuesto el objeto causa, para sólo nombrar algunos. Los Preludios como el dedo de San Juan, prometen que se irá más allá, que se habrá de empujar  en “contra” para evitar la “doxa”, apostándole a  eso que parece no interesarle a la humanidad. Al respecto, Freud desde sus Conferencias de Introducción al psicoanálisis, (1915-17) en el apartado II  sobre el sueño como cumplimiento de deseo,  intenta  transmitirle  a sus oyentes, lo nuevo de su descubrimiento. Pero si existe la pesadilla y el sueño de angustia, ¿dónde está Doctor Freud el cumplimiento del deseo?  Los legos, nos dice Freud, se empeñan en demostrarle que en las actividades oníricas, en lugar del placer obtenido por un deseo negado en la vigilia, se anuda constantemente el displacer. Pero detrás del contenido manifiesto,  hay deformación y censura, es esa la novedad, insiste Freud.  Sin embargo, lo que Freud le mostró al mundo, la novedad de su descubrimiento, que apuntó al deseo  insatisfecho o imposible, heredero de una satisfacción mítica e inolvidable, no es de interés para la humanidad. Esta, “tiene una tendencia instintiva a defenderse de las novedades intelectuales.” *(1) No hay interés sobre lo nuevo, y  menos aún, no existe  un deseo de saber sobre lo que compromete lo real, dirá posteriormente Lacan.

Pero a pesar de ello, las “paradojas del deseo” ya han librado  una primera elaboración en esta secuencia de Preludios, ya auguran un deseo de decir, más bien un medio-decir algo de ese real, producto de nuestra experiencia del saber.  Real que  acecha  nuestra formación; un real que de no contarse con él, aflojará las amarras que permiten “aislar esta experiencia de la terapéutica, que no sólo distorsiona el psicoanálisis por relajar su rigor” *(2).

 Lacan nos alertó siempre, pues  “para la humanidad el saber no está hecho puesto que no lo desea” *(3).  Se espera por lo tanto del  psicoanalista, sustraerse, saber ser   desecho de esa humanidad. Concluyendo entonces; nuestra verdadera paradoja, es la de  sostener un deseo  que no es ni articulable, ni nombrable, pues  sólo emerge en las paradojas del acto analítico mismo y ahí donde nos reunimos para hacer lazo de Escuela. Esperemos por lo tanto “satisfacción al final” en las elaboraciones posibles que proseguirán a estos Preludios, satisfacción que Lacan anuda al final de la experiencia pues esto “implica haber encontrado ese límite en el que se plantea toda la problemática del deseo” *(4)). Problemática  ligada a nuestra condición humana, a una relación fundamental con la muerte, pues nos confronta con la libertad trágica, esa de Edipo; la de tener que enfrentar las consecuencias de  haber “sabido del deseo”.

La Cita nos espera en París, aún nos espera un  tiempo  de elaboración, para a-cercarnos al tema que nos convoca. Una Cita que  hace de nuevo paradoja, pues Lacan manteniéndonos en el Seminario de la Ética, se pregunta: “¿qué sucede cada vez que suena para nosotros – la cita-  la hora del deseo? Pues bien uno no se aproxima y por las mejores razones” *(5). Pues bien vamos  “contra”,  vamos a a-cercarnos, pues contamos con  el deseo  que hasta hoy nos reúne, a pesar de lo paradójico que implica sostener y  decir sobre  lo “indecidible”.

-(1) S. Freud. “14 Conferencia. El cumplimiento de deseo (1915). En OC Vol XV. Amorrortu, Buenos Aires, Ed.Paidós, B. Aires, p.195-196.

-(2) J. Lacan, “Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. En Directorio de la EPFCL. Ed en español 2008-2010. p.272.

-(3) J. Lacan .”La Nota Italiana”,cit. p.300.

-(4) J. Lacan “La Demanda de Felicidad y la Promesa analítica”. En el Seminario, Libro VII, la  Etica del Psicoanálisis”, Ed Paidós, B. Aires,  pág. 357.

-(5)  Ibid, pág 261.